Antonioni dio su visión de lo real y lo irreal, de la interpretación que hacemos de la realidad con nuestros ojos como intermediarios en su maravillosa película Blow Up, utilizando mimos en los primeros compases del largometraje y también para cerrar el film. Eric lleva toda su vida haciendo eso, haciendo reír, sorprendiendo a los demás con su interpretación de la realidad más tangible, inventando cristales y haciendo pesadas maletas vacías, Eric Boo es mimo, nació en Barcelona donde estudió Bellas Artes, fue discípulo del mimo alemán Christian Athanasius, así como de su colega catalán Joan Fanecas. De trabajar en la calle en diferentes ciudades europeas, pasó a ser conocido internacionalmente recibiendo premios en certámenes tan importantes como los de Génova o París y actuando en las principales salas y circos de España y Europa.
Eric llegó a París, en 1991, como por arte de magia, bueno, sin el cómo. Un amigo americano, un mago llamado James Dimare, que trabajaba con él en la sala “Scala” de Barcelona propuso a Eric ponerle en contacto con el agente de artistas que seleccionaba espectáculos para el Moulin. Tras una serie de vídeos de las actuaciones enviados por el agente a París, una representación del Moulin se desplazó a Barcelona para ver trabajar al mimo. Le hicieron una propuesta para que actuara en el la capital francesa durante tres días, a modo de prueba, salió bien y firmó un contrato de cuatro años con el Moulin Rouge. Cuatro años en los cuales no tuvo ningún día libre, actuando cada noche, siete días a la semana, y con tan solo dos semanas de vacaciones al año. Experiencia que Eric define como agotadora, muy exigente físicamente pero gratificante. Nada que cualquier virtuoso del tabloide encuentre extraño.
Cuatro años más tarde el mago Dimare fue a verle al Moulin, donde Eric tuvo la oportunidad de darle las gracias por haberle facilitado la entrada al mítico music-hall parisino. Eric da sentido a una parte del Moulin Rouge poco conocida, lejos de las bailarinas de cancán francés, Eric hace reír y saca por momentos al público de su embelesamiento romántico, hace las veces de entremés de las bailarinas, pero un entremés que devuelve a la realidad a la sala de espectáculos más famosa de Paris, quizá del mundo, algo que nadie se espera, de repente sale el y todo cambia, juega con el público, lo saca al escenario, monta su historia en la que los afortunados elegidos se convierten en protagonistas y desata las carcajadas del resto.
El mimo tiene su propio camerino en el Moulin Rouge, en las entrañas de ese maravilloso teatro, un lugar inaccesible al público en el que la magia del espectáculo empieza a fraguarse horas antes del mismo. Un lugar como cualquiera puede imaginarse, el camerino de un mimo, con la belleza y el misterio de una sala con más de cien años de historia, la del Moulin Rouge. Un camerino donde se prepara con cariño, dos veces por noche, para sorprender a un público que no va a verle a él, pero que le recordará seguro. Es uno más entre bastidores, se mueve fácil entre bellas mujeres y tramoyistas.
Es parte ya del espectáculo del moulin Rouge, lleva 11 años actuando allí, es su casa, es Eric Boo, un parisino más.
Texto y fotos: Juanjo Alfonso