Coachella Valley Music and Arts Festival o Coachella Festival, como se le suele llamar, es sin duda un evento que marca tendencia en la cultura de los festivales. Desde su ubicación en el impresionante valle de Coachella en el desierto de Colorado, hasta su impresionante lista de asistentes famosos. El festival atrae a personas de todo el mundo en busca de música, arte y sobre todo moda. Su atmósfera ecléctica, combinada con la creatividad de los atuendos y el ambiente festivo, hacen que Coachella sea una experiencia única que muchos influencers ansían experimentar al menos una vez en la vida. La música es la excusa los instagramers se forran.
Los asistentes a este festival son meticulosos en la selección de sus atuendos y maquillaje, mostrando un gusto impecable por el estilo «Boho» o «Pi-hippie». Cada detalle de su apariencia está cuidadosamente diseñado para destacar y capturar la atención de todos los presentes. Pero más allá de la mera expresión de moda, estos estilismos son una declaración de intenciones: son una forma de afirmar su identidad y pertenencia a una comunidad que valora la individualidad y la libertad creativa.
Para muchos, el festival no es solo un evento musical, sino un escenario perfecto para exhibirse y ser vistos. Basta con poner el hastag #coachella2024 o #coachellaoutfits2024 y ver que es más importante la vestimenta que la música. La motivación detrás de su presencia va más allá de disfrutar de la música o las actividades del festival; es una búsqueda de validación social y reconocimiento. La era de las redes sociales ha transformado este tipo de eventos en una plataforma donde la imagen se convierte en moneda de cambio, donde una instantánea en Instagram puede tener más valor que cualquier actuación musical.
Recuerdo sus inicios en el año 1999, cuando trabajaba como corresponsal en Los Ángeles y tuve la suerte de asistir al primer Festival Coachella, sin tener una idea clara de lo que me esperaba. El cartel incluía nombres como Rage Against the Machine, Beck, Gus Gus, Chemical Brothers, Morrissey y Moby, entre otros. Las entradas tenían un precio de 50 dólares, y los periodistas acreditados aún teníamos acceso gratuito a los festivales. Con apenas 37.000 personas asistiendo durante los dos días del festival y unas pérdidas económicas cercanas al millón de dólares, resultó ser un fracaso para la organización,. Hoy, las entradas más económicas van desde los 499 dólares y atrae a más de 300.000 asistentes que dejan unos beneficios de más de 100 millones de dólares.
Este año, celebrando el 25 aniversario del festival -aunque es su edición número 23- y yo, con 25 años más, decido revivir la experiencia que me evoca tantos recuerdos de mi vida en Los Ángeles. Hago las maletas y me dirijo hacia Estados Unidos. Después de un par de escalas y horas de vuelo, finalmente llego a LAX, desde allí, un viaje en coche de dos horas. Desde el momento en que llego al desierto de California, sé que estoy a punto de vivir una experiencia completamente diferente a la experimentada en 1999.
Con el sol brillando en lo alto y el polvo del desierto danzando en el aire, Coachella me da la bienvenida con los brazos abiertos y me sumerge por completo en la magia del festival, 25 años después. La icónica «Ferris wheel» y las instalaciones artísticas crean un paisaje surrealista que parece sacado de un sueño, en medio del desierto. Atrás quedan, los legendarios escenarios principales montados con andamios; ahora el recinto es pura magia, cada rincón de Coachella está impregnado de música, energía, gastronomía, actividades, sesiones de yoga, meditación, sanación y más.
Hoy en día, Coachella no es solo música; es una experiencia multisensorial que despierta todos los sentidos. El sol se pone sobre el horizonte y las luces del escenario se apagan, la magia de Coachella sigue palpable en el aire y empieza el show. Tyler the Creator, Doja Cat, Lana Del Rey No Doubt, Vampire Weekend, Reneé Rapp, Peso Pluma, Victoria Monet, J Balvin, Bizarrap, Quevedo, Shakira y Sabrina Carpenter entre muchos más.
Sale el sol y se encienden las luces del escenario, Coachella 2024 llega a su fin. Me despido del festival con una experiencia qué -como amante de la música- sin duda, me quedo con la edición del 99. Una atmósfera notablemente diferente a la de hoy, sin la prominencia de los estilos de moda «Pi-hippie» o «Boho-Chic». en el 99 vestíamos de manera más informal, sin adherirnos a un estilo específico, camisetas de bandas de rock, atuendos simples y cómodos, reflejando una actitud relajada y auténtica. El enfoque estaba más centrado en la música y en la experiencia pura del festival en sí mismo.
Hoy Coachella, no es solo un festival, es un viaje transformador que conecta con la esencia más pura y recuerda la belleza de estar vivos. Los que vivimos la edición de 1999 seguiremos recordando, con cariño que, tiempos y festivales pasados, siempre fueron mejores.
Por Gori Vicens