La Galería Pelaires presenta a CLAUDIA PEÑA SALINAS, JORINDE VOIGT Y LEONOR SERRANO RIVAS

La Galería Pelaires es una joya cultural en el panorama artístico de Palma. De la mano de Frederic Pinya mantiene su compromiso con la promoción del arte contemporáneo y un amplio programa de exhibiciones. Es un espacio imprescindible para aquellos interesados en el arte y la cultura. Localizada en la calle Verí de Palma nos presenta  la obra de: Claudia Peña Salinas, Jorinde Voigt y Leonor Serrano Rivas.

Las exposiciones podrán visitarse hasta el día 31 de mayo. 

Inmerso. Jorinde Voigt

La artista alemana Jorinde Voigt desarrolla complejos e idiosincrásicos sistemas basándose en la notación musical, textos filosóficos y las propias impresiones sensoriales para crear dibujos a gran escala que combinan formas turbulentas y expresivas, así como precisión algorítmica.

Voigt estudió filosofía, literatura y música antes de empezar a crear arte, una actividad que la ha llevado a centrarse en los mecanismos internos de percepción, aspecto que ha persistido a lo largo de su carrera. En 2002, Voigt se alejó de la fotografía y comenzó a hacer los dibujos por los que es conocida mundialmente, que ella misma ha descrito como “superficies de proyección, modelos de pensamiento visualizados, diseños de experimentos científicos, notaciones, partituras y diagramas. Aunque rara vez se discute en los escritos sobre el trabajo de la artista, ese alejamiento explica sus nociones de la imagen y el ahora, que son particularmente relevantes para la génesis de Inmerso. Mientras que las pretensiones de la fotografía de proporcionar una representación directa y sin mediación de la realidad se han desmoronado, su asociación con “la realidad” permanece (a pesar de la proliferación de imágenes digitales manipuladas) debido a la definición del medio.

Voigt señala su aversión a la perspectiva inherente a la fotografía como el motivo por el que se inició en la notación y el dibujo y fue en ese giro donde localizó un medio para registrar la “yuxtaposición y simultaneidad” de sus experiencias, técnica que ha profundizado y refinado con Inmerso.

En efecto, aunque Jorinde Voigt pertenece a un legado histórico-artístico que se extiende desde los patrones algorítmicos y acumulaciones de Hanne Darboven o Channa Hoewitz a las partituras experimentales de John Cage y György Ligeti, su trabajo posee una fluidez singular y dinamismo que radica en cómo sus dibujos – tanto en su forma como en su proceso – conectan un mundo interior de experiencias y referencias a los sistemas externos que los estructuran.

Si bien los trabajos anteriores de Voigt a menudo se referían a objetos culturales o textos específicos – como el arte chino erótico, A Lover’s Discourse de Roland Barthes o las Sonatas de Beethoven, por nombrar solo algunos ejemplos. Inmerso toma como punto de partida el proceso de la percepción misma. Su indagación sobre la naturaleza de la percepción es más profunda que la preocupación por la visón -común a las prácticas artísticas que investigan explícitamente lo sensorial -quizás el más privilegiado de todos los sentidos- y busca desarrollar las formas apropiadas para entender la constitución interna de las imágenes arquetípicas, lo que está detrás de lo que vemos, y cómo tales imágenes pueden ser experimentadas o compartidas colectivamente.

El color determina el estado de ánimo de cada Inmersión. Voigt empieza sus series sumergiendo los papeles blancos en color, el cual selecciona para denotar una atmósfera o estado emocional determinados. A su vez, el término “inmersión” implica una absorción completa y evoca diversas imágenes mentales: alguien perdido en sus pensamientos, sumergido en el agua, o aprendiendo a hablar una lengua extranjera.

El sentimiento de estar inmerso es algo que todos hemos sentido en algún momento y, sin embargo, resulta difícil de describir. Una experiencia inmersiva se apodera de ti. La inmersión podría describirse como la sensación de estar tan completamente presente que te transportas a otro lugar: una especie de encrucijada perceptual en la que cada día los fenómenos te envuelven y te anclan en el ahora. ¿Cómo se podría destilar y representar visualmente tal sensación? Voigt ha descrito Inmerso como un proceso de búsqueda de formas, una búsqueda para hacer visibles los patrones invisibles de la percepción misma.

La serie de esculturas tituladas Dyade y Triade, que acompañan a los papeles, se construyen con materiales diversos, incluyendo el cobre, el acero inoxidable chapado en oro, el acero cortén y la madera. Estas esculturas comprenden dos o tres elementos redondeados que se entrelazan unos en otros o se encajan en direcciones opuestas. Cada pieza es una variación formal del mismo tema – formaciones curvas que se asemejan oblicuamente a boomerangs, galletas de la fortuna o medias lunas y que ya han sido anunciadas en sus obras pictóricas- que funcionan como un espejo desigual de su contraparte.

Este efecto de espejo se realza en el cobre y el acero dorado a través de su materialidad. Cuando se realizan en acero corten, las esculturas recuerdan tanto en el lenguaje formal como en el material a las esculturas públicas monumentales, aunque aquí se implementan en una escala íntima. Precisamente, uno de los parámetros que rigen la producción de Voigt, es que las obras no pueden exceder las dimensiones de una línea que la artista sea capaz de dibujar por si misma, como extensión de su propio cuerpo.

Además, en la historia de la escultura monumental, el acero cortén, ha ejercido a menudo un efecto decreciente en el espectador. Solo hay que pensar en algunas de las obras de Richard Serra. Al atravesarlas, experimentamos la constricción del espacio, así como nuestra propia insignificancia en relación con su grandeza.  En cambio, las obras de Voigt no nos absorben, sino que nos encuentran frontalmente, cara a cara. Con las Dyade, se genera una dualidad a través del acto de contemplar. El espectador y la pieza contemplada generan un tándem. A su vez, la propia escultura en sí es un todo que consiste en dos partes: dos líneas, dos gestos, dos movimientos y dos momentos en el tiempo.

 

Ixtapan. Claudia Peña Salinas

Ixtapan da continuidad a la obra de Claudia Peña Salinas relacionada con Tláloc y Chalchiuhtlicue, las dos deidades del agua del panteón azteca. El título de la exposición deriva de las palabras “Ixta” y “pan”, que significan lugar en o sobre sal en el idioma náhuatl. Por otro lado, también hace referencia a una localidad que realmente existe en México. Ixtapan de la Sal es conocida por sus “aguas curativas”. De hecho, sus aguas minerales termales llevan atrayendo al turismo por sus beneficios terapéuticos desde principios de los años cuarenta.

La parte principal de la exposición consiste en una serie de esculturas de varilla fina de latón atadas con hilo teñido y objetos artesanales turísticos relacionados con las deidades y el agua, todo ello dispuesto en el suelo. Cada una de estas esculturas incluye a su vez una postal publicitaria de los años 60, en la que aparecen las elaboradas fuentes de colores claros de uno de los hoteles balneario. Así pues, a través del distorsionado prisma del turismo, estas esculturas pueden interpretarse como fuentes dotadas de cualidades espirituales y curativas.

Claudia Peña Salinas (Montemorelos, México, 1975), vive y trabaja entre Ciudad de México y Brooklyn (Nueva York). Trabaja la escultura, instalación, pintura, video, publicaciones y fotografía. Tras una residencia artística en SOMA México, Peña Salinas se reencontró con su país natal, hallando en su territorio un campo fértil y extenso para su cuerpo de trabajo. El proceso de documentación, viaje, recolección, acumulación y hallazgo en su práctica artística apunta hacia una reflexión espacial, material y temporal; es una manera íntima y personal de relacionarse con México que sobrepasa el aspecto cultural y político. Este proceso se inició con un viaje en busca de la ubicación original del antiguo monolito de Tlaloc, en Coatlinchan, que actualmente se encuentra instalado en el Museo Nacional de Antropología, en la Ciudad de México.

Desde entonces, la artista ha venido recreando lugares prehispánicos a través de instalaciones cargadas de una estética minimalista, y apelando a referencias históricas y discursos conceptuales. Los últimos años su investigación se ha centrado en Tlaloc y Chalchiuhtlicue, las deidades aztecas masculina y femenina de la lluvia y la fertilidad, traduciendo sus hallazgos en un cuerpo de obra en continuo proceso. La exposición en Pelaires forma parte de ese cuerpo de trabajo que se inició en su muestra individual en la Galería Embajada, en San Juan de Puerto Rico y en la exposición colectiva Pacha, Llaqta, Wasichay: Indigenous Space, Modern Architecture, New Art, en el Whitney Museum de Nueva York.

Claudia Peña Salinas estudió en el Art Institute of Chicago y obtuvo su MFA del Hunter College en Nueva York. Ha expuesto en el Whitney Museum of American Art (2018); Museo de Arte Carrillo Gil (2015); Queens Museum of Art (2012); Museo de Arte de Puerto Rico (2006); y El Museo del Barrio (2005) en Nueva York. El año pasado recibió el Sauer Artist Prize en Armory Show NY.

Su obra está en colecciones como la del Whitney Museum de Nueva York; la Estrellita B. Brodsky Private Collection, també en Nueva York; en el Broad Museum of Art in Michigan State University, Lansing, de Michigan, en la TD Art Collection, de Canadá y en la de Es Baluard Museu d’Art Contemporani de Palma, entre otras colecciones privadas.

Silicatos y Sirenas. Leonor Serrano Rivas

Texto y comisariado de Cristina Anglada

Silicatos y Sirenas es el título de la pequeña muestra que recoge un conjunto de trabajos recientes de la artista Leonor Serrano Rivas para el espacio Cabinet, en la galería Pelaires.

En la sala encontraremos reunidas dos piezas escultóricas de gran formato junto a cuatro serigrafías que revelan fragmentos de algunos de los universos que la artista proyecta por medio de una profunda investigación y de la pura curiosidad. Siguiendo el impulso de la anarqueología, rescata curiosidades del pasado barridas por la mirada unificadora del modernismo, con las que libera saberes escurridizos, que escapan de la razón y con los que sugiere nuevos comienzos, otras posibilidades y distintas maneras de entender el mundo.

En su reciente exposición en el MNCARS, titulada Magia Natural, Serrano Rivas hacía referencia a la obra escrita por Giambattista Della Porta y publicada en Nápoles en 1558 (Magiae Naturalis) en la que se recogen aquellas investigaciones que, durante décadas, habían estado llevando a cabo filósofos de diversos lugares del mundo. Se trata de conocimientos que se centran en la relación armoniosa entre ciencia y magia. Exponía dispositivos de la percepción que desde la experimentación placentera de los sentidos aspiraban a aprehender las realidades cósmicas y terrenales que nos rodean. Algunos de estos aparatos son rescatados poéticamente por la artista, planteando una especie de apertura asombrosa de un espacio sensorial de la realidad cotidiana con la finalidad de descubrir aquellos aspectos de la misma que nos suelen pasar desapercibidos.

Serrano Rivas maneja una gran variedad de fuentes históricas, en las que se sumerge de manera totalmente libre, sin buscar respuestas cerradas, dejándose seducir y transportar por las pistas que va asociando libremente, permitiendo que las nuevas conexiones generen otros conocimientos. Sus proyectos se van desarrollando en diferentes capítulos y dispares formalizaciones (vídeo, escultura, instalación, textil…). Las serigrafías suelen ser parte de dicho proceso. Las aquí mostradas quedan bajo el paraguas del proyecto que comenzó en 2018 titulado Above the eye level (por encima del nivel de la mirada), en donde hacía referencia al mar y al baile como espacios que compartimos y que a su vez nos conectan. A la hora de formalizar la artista rescata saberes populares del mundo de la artesanía, los mosaicos y los textiles mediterráneos, evocando a través de ellos, insólitas opciones e inusuales interpretaciones. Los bailarines de Diaghilev ensayando en la Alambra dibujan con movimientos figuras hipnotizantes, similares a las de los ornamentos islámicos que los rodeaban. Las sirenas que poblaban las fábulas de aquellos mosaicos tienen la capacidad de conectarnos con el cielo, retomando la magia como peaje.

Miramos por encima del nivel del ojo, y llegamos a la orilla del océano cósmico, donde nos topamos con las gigantes rojas, estrellas inmensas y muy frías donde se suceden intensas tormentas ventosas. Fue Margaret Burbridge la que en 1957 planteó una investigación que destacaba la relevancia de los vientos que soplaban en los ardientes interiores de las estrellas para comprender cómo se gestaba todo tipo de materia terrestre y celestial. Se trata de ráfagas de diferentes intensidades que van desde el mecimiento al violento huracán y que provocan la propulsión de los materiales y las partículas desde sus lugares de origen, en el núcleo, hacia diferentes partes del universo, transportando material y mezclándolo.

La sala de la galería es barrida por el soplo de las Red Giant, piezas realizadas a partir de planchas batientes de hierro que en su instalación sugieren ese movimiento ventoso que nos plantean la metáfora del gran baile cósmico generado por los diferentes ciclos del universo en conjunción con la naturaleza y los seres humanos. En el centro de las planchas barrigudas, un pequeño hueco deja espacio para sostener con finos hilos un cristal cuyos nitratos han sufrido una alquimia a altas temperaturas, una explosión de abstracción de colores que simula un microcosmos parecido a una gran nebulosa. Una manera algo lírica de poder vislumbrar la formación de vida a partir de estos vientos estelares.

A través de piruetas poéticas y sensoriales, Leonor nos invita a levantar la mirada, salirnos de la pequeñez antropocéntrica y volvernos a sorprender por las formas de la naturaleza y todo lo que puede contener y en ella acontecer. Aúna de una manera libre diversos conocimientos, provocando que ciertos secretos se vayan desvelando, creando un espacio político donde lo poético y lo sensorial permitan suspender, al menos temporalmente, las rígidas categorías del marco epistemológico actual, abriendo la posibilidad de sembrar nuevos comienzos.

Leonor Serrano Rivas estudió Arquitectura y Bellas Artes en Madrid y Londres, donde ha residido casi una década y desarrollado gran parte de su trayectoria artística. En su trabajo, Serrano Rivas se sirve de la instalación como medio a la hora de generar espacios en los que el espectador deja de ser un mero agente pasivo para cobrar una función capital. De esta forma, su obra oscila entre lo performativo y lo teatral, entendiendo al público como elemento indispensable para que la experiencia artística acontezca, y precisando su presencia para que la pieza se complete. La artista ha expuesto de manera individual en espacios como Intermediae de Matadero Madrid, el Centro de Creación Contemporánea de Andalucía (C3A) en Córdoba y The Swiss Church, Chisenhale Studios y Serpentine Galleries en Londres. Su obra también ha sido parte de exposiciones colectivas organizadas en instituciones como el Centro Cultural de España en México (CCEMx), el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC) en Sevilla, la Fundación Botín en Santander y el Centro de Arte Dos de Mayo (CA2M) en Madrid.

Fotografías: David Bonet

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