Adentrarse en la memoria. Permear y ser permeado por imágenes, palabras, por gestos. Nebulosas que calcan historia no siempre recordada. La pregunta se formula en múltiples direcciones, por ello, apuntar a la necesidad de llevar a cabo un ejercicio que se nutre de recuerdos exige que sepamos que queremos recuperar algo que no conocemos en presente. De ahí que nombrar la memoria nos acerque a una dimensión en la que lo íntimo y lo público caminan de la mano. La memoria entendida como parte esencial de nuestra historia: de nuestra historia… ¿plural? ¿Significa entonces que aquello que olvidamos pertenece también a otros? ¿Qué seríamos sin memoria?
No ha sido poco lo escrito en torno a la necesidad de hacer historia, de recordar y no olvidar lo acontecido. Entre una historia común y personal existe un espacio intermedio de acompañamiento y complicidad, de vivencias simultáneas que tejen una cosmogonía repleta de grandes relatos, universales, y pequeñas historias, íntimas e indescriptibles. Lo importante es encontrar los canales para acceder a esos registros, aquellos que nos permiten saber quién somos y de dónde venimos. A veces, los datos históricos ayudan, aunque solo sea para saber que en todo lo dicho falta lo esencial. Otras veces, en cambio, son encuentros inesperados, como el famoso momento de la magdalena proustiana, son instantes en los que algo provoca un viaje estelar a través de espacios recónditos.
No es baladí que, en la cuna de la cultura clásica, una de sus titánides, Mnemósine o Mnemosina, fuese la personificación de la memoria, quien, junto con Zeus, fue madre de las musas. Interesa acercarse y pensar en cómo en, o ante, el acto de creación, solemos sugerir que las musas lo acompañen. E interesa imaginar, pues de algún modo podemos imaginar juntos, que el don de la creatividad es engendrado por la memoria, por una que no puede ser manipulada, por una que es ancestral y directa, pero también abierta y accesible.
Susy Gómez (Pollença, 1964) hace años que desarrolla un trabajo de investigación en torno a una historia colectiva que rodea el universo de la mujer, que apunta a cómo nos ven, nos vemos y, con gran sutileza, nos advierte: ¿nos ven? ¿qué ven? Algo que ha trabajado de forma libre, sin necesidad de adherirse a movimientos ni etiquetas. Simultáneamente ha trabajado y se ha trabajado una memoria personal. Un modo de acercarse a ese yo más íntimo, sin miedos, sin concesiones y sin adoctrinamientos.
Hace unos meses, exactamente en mayo de 2022, presentó el proyecto «Quantum» en la Galeria Horrach Moyà de Palma. Unas pinturas de grandes dimensiones en las que sus conocimientos y experiencias se fusionan. Gómez ha creado un espacio en el que todos podemos hallar el sendero para reconocernos. El universo iconográfico que genera juega con la imagen del mismo modo que lo hace la poesía, a partir de matices y desvelaciones. Un espacio pictórico que viene a decirnos todo aquello que hemos olvidado, que viene a recordarnos que lo que hemos olvidado es quién somos y qué somos. Podemos adentrarnos en esos mundos, que son los nuestros, a partir de saberes universales y colectivos o, también, personales y familiares, todo está ahí y ella nos facilita el camino.
Lo que se presenta ahora en el museo va más allá de un simple cambio de escala –aunque también lo sea–, la instalación pictórica que se presenta subraya un gesto y una acción en relación con una pulsión de mujer, de un modo histórico y artístico, sabiendo generar libertad para que cada uno decida hasta dónde quiere o puede llegar.
A lo largo de la historia del arte ha habido pocos ejercicios de esta naturaleza: Claude Monet, con Los nenúfares o Les nymphéas, hoy ubicados en el Musée de l’Orangerie de París; Mark Rothko con los frescos de la capilla que lleva su nombre en Houston; Barnett Newman con The Stations of the Cross, en la National Gallery of Art de Washington, o Lepanto, de Cy Twombly, en el Museum Brandhorst de Múnich. Todos ellos responden a la voluntad de ir más allá del espacio pictórico, cada uno de ellos apunta ese más allá de la tela, sugiriendo que lo visto en la superficie no es lo que se ha de ver. Pero, de algún modo, a pesar de nacer todos en lo que podríamos llamar universo de la abstracción, hacen referencia a un dato concreto: la naturaleza, la religión o la historia misma.
Conviene atender al detalle y pensar que la primera vez que en este siglo XXI se lleva a cabo un ejercicio de esta naturaleza es de la mano de una mujer. Un cuerpo de artista que no toma referencias externas como inspiración, un gesto poroso que encarna tiempo y espacio universal. Susy Gómez mira dentro del mundo y de su mundo, así nos brinda la oportunidad de parar y ver. Nos ofrece la posibilidad de adentrarnos en lo colectivo y en lo privado. No sé si todos podremos hacerlo, pues conviene no olvidar y conviene no querer hacerlo, no se puede manipular el pasado, la historia no dejará de ser la que es.
Gómez aúna saberes ancestrales e íntimos, recupera aquello que somos en esencia, unión y amor, sin complejos, sin filtros ni religiones. Quizá el origen de nuestro malestar contemporáneo yace ahí, en haber olvidado, ¡tanto! Haber olvidado qué y cómo somos o deberíamos ser. Por ello esta propuesta expositiva es una ofrenda, una invitación a meditar sobre aquello que debemos recuperar, pues nos constituye. Susy Gómez nos acerca a su gesto contra el olvido con la voluntad de que recuperemos aquello que a todos nos hace ser.
Museu Es Baluard, Palma
Hasta el 4 de junio de 2023
Comisariado: Imma Prieto
Texto: Es Baluard