Barcelona se prepara para recibir uno de los eventos más destacados en el mundo de la arquitectura e ingeniería: los Premios CONSTRUMAT, que tendrán lugar los días 21, 22 y 23 de mayo. Desde su inicio en 1985, este evento bienal ha sido un faro de excelencia, reconociendo las obras y proyectos que no solo destacan por su calidad constructiva, sino también por su compromiso con el medio ambiente y la innovación.
Fotos Milena Villalba
La vigésima edición de estos premios es mucho más que un evento; es una oportunidad para honrar a aquellos equipos, profesionales y empresas cuyo trabajo no solo transforma espacios, sino que también contribuye a alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas. Cada obra galardonada se convierte en un punto de referencia para futuras iniciativas estratégicas, demostrando que es posible construir un futuro más sostenible y resiliente.
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Los arquitectos mallorquines Carles Oliver, Antonio Martín, Xim Moyá y Alfonso Reina están nominados por las 19 viviendas sociales en alquiler y espacio público en la calle Salvador Espriu de Palma, un proyecto de IBAVI. Reconocidos y premiados por su experiencia en el campo de la sostenibilidad, han dejado una marca significativa en la arquitectura contemporánea. Entre sus destacados proyectos se encuentran los innovadores edificios construidos utilizando la posidonia en Sant Ferran, Formentera. Casi todas sus construcciones están comprometidas con la preservación del medio ambiente y la búsqueda de soluciones sostenibles. Fusionan la estética contemporánea con materiales y técnicas ecoamigables. Sus edificios son un testimonio de su enfoque visionario y su capacidad para aprovechar los recursos locales de manera responsable.
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El diseño de este edificio, nominado por el compromiso con el medio ambiente y la innovación, se caracteriza por una distribución en dos volúmenes que conforman una estructura en forma de L, con uno de los bloques orientado de este a oeste, y el otro de norte a sur. Las unidades residenciales, que varían entre dos y tres dormitorios, se han concebido con una doble orientación para maximizar la entrada de luz natural y favorecer la ventilación cruzada. La estructura del edificio se compone de muros de carga de gres de marés de 20 cm de espesor, lo que proporciona una inercia térmica óptima para el enfriamiento pasivo en los meses de verano, complementando así la brisa marina (Embat/Terral).
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En contraste con la fase anterior del proyecto, donde el fondo edificable era de 8 metros y se solucionó con una bóveda de cañón apoyada en la fachada, en esta segunda fase se amplió el fondo a 13,5 metros. Esta modificación requirió liberar la fachada de su función estructural para permitir una mayor entrada de luz natural en las viviendas. Los entrepisos se han diseñado utilizando vigas de madera apoyadas en los muros que separan las unidades residenciales, construidas con sillares de arenisca local de dimensiones 20x20x80 cm. Para cumplir con los requisitos de seguridad, las piezas de marés se cortaron por la mitad, garantizando que el peso máximo que debían manipular los trabajadores se ajustara a la normativa vigente.
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Este enfoque estructural se basa en el sistema menorquín, que se remonta al siglo XIII y tiene sus raíces en la tradición arquitectónica catalana. A diferencia del estilo mallorquín, que carga los entrepisos en los muros de fachada y tiene sus fundamentos en la arquitectura romana, el sistema menorquín adopta una disposición diferente, optimizando así la distribución del espacio y la entrada de luz en las viviendas.
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La solución global tanto para edificios como para espacio público pretende animar a los vecinos a salir ‘a la fresca’ en las noches de verano, con sillas y ‘mecedoras’, y es un ejemplo de recuperación del modelo de ciudad mediterránea, densa, compacta, de poca altura y dotada de espacios públicos que reducen el efecto ‘isla de calor’.
