Hay firmas que simbolizan un universo, logotipos que se convierten en emblemas del lujo. Uno de estos emblemas es el de la casa finlandesa Swan, el mítico astillero que cosechó los más importantes premios del mundo náutico.
Desde 1998 la casa está pilotada por el italiano Leonardo Ferragamo, pero no perdió ni un ápice de su esencia: La planta de producción se encuentra donde siempre, en la localidad danesa de Jakobstad. Ahí se continúa con una producción que cuida todos los detalles para crear los barcos que han sido calificados más de una vez como «los Rolls-Royce del mar» por su sentido del lujo al servicio de la estética. Estos exclusivos barcos -sólo existen 2.000 ejemplares de todos sus modelos en la actualidad- tienen en sus moradores a personalidades exigentes del mundo empresarial o cultural. El afamado director de orquesta Herbert von Karajan, por ejemplo, fue propietario del modelo 43 pies Helisara II. El proceso de manufactura suele durar unos 20 meses de media y son necesarias varias pruebas con el fututo propietario de la embarcación para garantizar que ésta se encuentra en perfectas condiciones.
Los modelos de Swan parten de una base en la que el cliente puede demandar todo tipo de acabados, tanto interiores como exteriores. Una extensa carta de acabados de lujo que incluyen diferentes maderas y múltiples tejidos. Por eso, el trato que otorga la naviera a su futuro comprador es tan importante; es, entre otras cosas, quien dará forma al capricho de un yate cuya versión estándar fácilmente se sitúa en el par de millones de euros.
¿El secreto de la compañía? Trabajar a partir de la herencia recibida, sabiendo gestionarla y modernizándola. Cuando el capital pasó a ser italiano, los nuevos propietarios sintieron como una responsabilidad y un compromiso con el diseño y el confort del que disfrutaban unos cuantos de miles privilegiados clientes.
Photo: © Nautor’s Swan Images
Photo: © Nautor’s Swan/Carlo Borlenghi
